Todos
estamos viviendo los efectos de este terrible mal en el mundo, en todos los
niveles de la vida. Tan es así que nos sentimos deprimidos, con miedo, atentos
a las malas noticias de los medios de comunicación,
que acrecientan nuestra incertidumbre. Muchos han sufrido en carne propia los
efectos de la enfermedad con ver a familiares morir, y la gran mayoría que ha
perdido su trabajo, sus pequeñas empresas. Y desde luego los efectos políticos de
restricción de movilidad. En algunos lugares que se aprovechan los gobiernos a
tomar control de los pueblos y se va destruyendo las incipientes democracias
que vivimos. En todo eso tenemos que bregar, continuar con esperanza y buscando
qué nos une y no lo que nos divide.
Con estas
palabras elevo mi pensamiento a todos mis hermanos migrantes, es una situación difícil
seguramente para ustedes. Recuerdo cuando convivimos y buscamos a lo largo de
Estados Unidos formar nuestras comunidades, de fortalecer nuestra identidad,
nuestra espiritualidad y nuestros dones y sosteníamos que solo en comunidad podíamos
hablar en ese gran país. Muchos han seguido ese esfuerzo, conviven, están organizados
y continúan con esperanza su vida comunitaria. Quiero decirles que ahora es el
momento para no desfallecer, de crecer en su solidaridad unos con otros. No
tenemos padres y madres en esos lugares cuando migramos, somos nosotros,
padres, hermanos y hermanas decíamos y así caminamos por años. Les insto a
retomar esos valores.
En este país, por su envió de remesas han sido objeto de importancia de quienes lo dirigen,
sin embargo ahora ser emigrante, ser deportado es ser indeseable, y se corre el
riesgo de ser discriminado. No se tiene esperanza ni aquí y ni allá. Nuestros héroes se vuelven ahora indeseables.
Somos muy ingratos y olvidamos el aporte que generosamente dan al país en
divisas.
El tiempo
pasará y retornaremos a convivir y a encontrarnos nuevamente. Por ahora les va
un abrazo fraternal a la distancia.
Escrito por David López,
Abril 3 del 2,020.