Escribir
sobre el valor de la vida, particularmente en estos tiempos de conflictos y
situaciones difíciles que se afrontan nos da la oportunidad de contemplar la belleza
de vivir y ser, sobre todo en el
contexto del encuentro con el otro.
Estos días
con ilusión emprendí un viaje a la capital, llevaba conduciendo algo de cosecha
de aguacates que tuvimos la oportunidad de vender en el CENMA (Central de
mayoreo). Cargado de ilusión salimos a las once de la noche porque queríamos
llegar temprano, de igual modo nos enteramos que había bloqueos en la carretera
al siguiente día. Era la oportunidad de vender esta fruta, que cada vez más,
cultivan los agricultores en la región pero con el gran reto, un mercado complicado, que no incentiva a implementar con
esmero este cultivo.
Sabiendo los riesgos de viajar
temprano, sin dormir toda la noche, salimos cargados de ilusión de de
contribuir al trabajo digno. Subiendo la cuesta de la carretera de
Quetzaltenango a Guatemala, en una fracción de segundos chocamos con un arriate
de la autopista, explotaron dos llantas del vehículo, perdimos el control y
pensamos lo peor. Asustados, aturdidos, buscamos solucionar nuestros problemas,
pasaron vehículos, nadie se nos acerco para auxiliarnos. Pude ver que pocas
veces se es sensible al problema del otro. Llame al otro compañero del otro
vehículo que conducía parte de nuestro
producto. Lo esperamos y emprendimos a buscar cómo salir de nuestro problema. Regresamos
a Cuatro Caminos, es el cruce de carretera entre Totonicapán, Quetzaltenango,
Guatemala y Huehuetenango. Encontramos un taller donde comprar nuevas llantas,
había un frío intenso propio de la época, buscamos un café caliente y unos
chuchitos y comentamos de nuestra situación con gratitud porque pudo haber sido
peor y se volvió una experiencia optimista en medio de la vicisitud.
Continuamos el viaje con cuatro horas de retraso pero llegamos a nuestro destino
final no sin antes esquivar los vehículos en el desorden del tráfico en esa
jungla de cemento de la ciudad. Pensaba, que afortunados somos quienes vivimos
la vida apacible del campo.
Cansado, en
el viaje de regreso, convivimos con mis acompañantes, apreciamos la oportunidad
de estar juntos. No sin antes mencionar las llamadas de la familia preguntando cómo
iba en el viaje, no comentamos sobre el inconveniente para no generar preocupación.
Qué hermoso es tener personas en tu entorno que te quieren, que se preocupan
por ti, decía en mi mente.
Hoy amanecí
contento, con entusiasmo, positivo, abrace a mi madre que me besaba las manos
con ternura y yo le acariciaba su cabellos blancos, estaba recostado a su
lado. Contemplaba aquella anciana
enferma, feliz de tenerla, irradiaba en
mí ternura y amor. Salí al patio de la casa,
vi el sol y dije: Gracias Dios por el don de la vida.
La vida es
bella, el sol brilla para todos y tenemos que disfrutarla porque es como una
estrella fugaz, no somos eternos, no obstante las circunstancias que nos toquen
vivir. Siempre es una oportunidad para DAR GRACIAS…
Escrito por David López
26 de noviembre del 2,019.